viernes, 12 de octubre de 2012

EL MAR QUE TE DEBÍA (MIKEL ALVIRA)


Los recuerdos nos sustentan, nos alientan, nos dan identidad y, en ocasiones, nos asfixian. Durante las vacaciones de Semana Santa, Virginia y su hija adolescente viajan en autocaravana desde Hondarribia hasta Saint Henri, un pueblo costero de Las Landas. Allí se topan con un coro de fascinantes personajes marcados todos ellos por los recuerdos: dos ancianos que comparten un secreto, un médico enredado en una relación extramatrimonial, los miembros de una cédula de extrema derecha, una antigua militante independentista, una joven florista enamorada y un audaz surfista indignado, entre otros. Madre e hija llevarán al lector a transitar el intenso mundo de las relaciones personales, con sus miedos e ilusiones. Una vez más, Mikel Alvira utiliza la historia reciente de nuestro país como pretexto para suscitar emoción, creando una novela intensa y rápida con sorpresa final.

Artículo publicado en el periódico NOTICIAS  DE NAVARRA (www.noticiasdenavarra.com) de Iruña-Pamplona el 11 de octubre de 2012. Redactora: Ana Oliveira Lizarribar
Pocos meses después de 'Llegará la lluvia' y del poemario 'Cuatro coma cuatro', el escritor pamplonés regresa con la que algunos ya califican de su novela más íntima, 'El mar que te debía' (Ttarttalo), un viaje físico y emocional por las rutas que va dibujando la vida.
Nuevo libro menos de un año después de publicar la novela anterior y de que viera la luz también uno de sus poemarios. Se diría que la escritura es una necesidad, casi una compulsión.
(Sonríe) No, no..., compulsión, no. Espero no llegar a ser maníaco compulsivo de la escritura, aunque muchos de los que nos dedicamos a lo creativo acabamos teniendo alguna neurona cruzada. Más que compulsión, hablaría de estar en continua búsqueda. Escribir es para mí una estrategia para seguir cuestionándome cosas, para seguir explorando. No publico todo lo que escribo, ni siquiera me lo planteo. Hoy por hoy tengo la suerte de poder seguir editando, pero de lo que estoy seguro es de querer seguir reflexionando.
Con tantos lectores fieles que esperan su nuevo título, ¿uno siente vértigo, más responsabilidad cada vez?
Eso, sin duda. No quiero decepcionar a nadie, ni siquiera a mí mismo. Por eso planteo cada nuevo proyecto como un camino sin presiones, sin urgencias. Procuro poner todo mi mimo en cada párrafo, en cada corrección, en la portada, en los diálogos, línea a línea. Igual no es tan importante contar historias como despertar emociones y mis lectores lo descubren porque escribo lo que soy, no lo que sé. A ellos, a mis lectores, debo mi aprendizaje.
¿Qué espera de la novela?
La novela ya me ha dado mucho: con ella he reflexionado y me he divertido. A partir de ahora pertenece a los lectores. Suelo decir que todo cuanto me llega de la mano de las letras es por añadidura. Me siento privilegiado. Estoy en plena promoción, tengo cerca de cuarenta citas con lectores y en cada una de ellas me llevo sorpresas, aprendizajes, emociones... Solo por eso ya merece la pena este oficio.
¿De dónde surge 'El mar que te debía'? ¿Quiénes son esta madre y esta hija?
Los personajes de mis obras son eso, personajes. Sí es cierto que me inspiro en lo que conozco, pero nunca hago biografías; mucho menos autobiografías. La historia de esta novela surge en los vastos arenales de Las Landas un invierno, de la mano de gente querida. Así, al tiempo que el salitre impregnaba mis páginas, el resto lo hizo la exploración del fascinante mundo de los recuerdos, sin los cuales no somos nada. Ha sido una de mis novelas más meditadas. Quizás por eso están diciendo que es la más íntima de las que he escrito. Además, me apetecía situarla en el tiempo actual. Estoy contento.
¡Qué literario es siempre un viaje, un recorrido en el que se van descubriendo otras vidas a la par que uno reflexiona sobre la propia!
En efecto. Quizás por eso esta novela responde a una época mía en la que ando ligero de equipaje. Todo viaje ha de serlo también hacia adentro; si no, es mero turismo. Antes viajaba para investigar antes de una novela; después, para lo que yo llamaba 'beber atmósferas', es decir, captar la esencia de los paisajes en los que situar mis historias. Hoy viajo simplemente para relativizar, en mi caso algo imprescindible para poder escribir.
Nuevamente, misterio, relaciones, emociones, sorpresas... ¿Es la vida una red de hechos y silencios, de realidades y secretos?
La vida es un rompecabezas. Desde El Silencio de las Hayas me ha preocupado esa reflexión. Al fin y al cabo, por mucho que queramos planificarnos el futuro, nunca sabemos hacia dónde nos va a llevar la vida, quién va a abandonarnos o a quedarse para habitarnos, qué seremos o dónde estaremos. Nuestros actos tienen consecuencias impredecibles. Esta novela habla de eso. Aunque... sin profundidades, ¿eh? (risas): ni hago libros de autoayuda ni ensayos de psicología social. Lo mío es entretenimiento.
¿Hasta qué punto es también importante el contexto histórico, su conocimiento directo de la realidad en la que ubica las historias?
Me gusta conocer el terreno que piso, por eso suelo documentarme mucho antes de emprender una novela. El hecho de situar esta historia en la actualidad y en Euskal Herria me ha ayudado. Por formación (quizás debiera decir por deformación) soy historiador, así que me apasiona indagar, rascar en la epidermis de los capítulos de nuestra historia... pero, eso sí, fijándome en las personas, no en las fechas o en las grandes gestas. Me importa la gente.
Lleva cuatro libros con Ttarttalo. ¿Qué papel juega la editorial en sus trabajos? ¿Recibe bien las sugerencias o es de los que trabaja en solitario hasta que entrega el primer original?
Mi editora, Idoia Arozena, cuida cada detalle de una nueva novela. Y no es que reciba con agrado las sugerencias, es que las necesito. No me considero ni un héroe solitario ni un escritor autosuficiente. Para mí, contar con mi editora es saber que, por mucho que nos tropecemos en el camino, finalmente llegaremos a buena meta. Cada libro ha sido un aprendizaje mutuo. Tengo plena confianza en ella. Ttarttalo es un aval.
Al margen de la labor promocional de la editorial, usted maneja a la perfección las redes sociales, YouTube, etcétera. Hay quien cree que las nuevas tecnologías hacen mucho ruido y confunden, pero Mikel Alvira tiene claro que son una herramienta más de su trabajo. ¿Qué le han proporcionado hasta la fecha?
Entiendo que mucha gente use las redes como plataforma de relación personal. En mi caso es una herramienta de promoción y un puente con mis lectores. YouTube y Vimeo me aportan cobertura a mis creaciones audiovisuales. Facebook es mi escaparate y mi lugar de encuentro con otros escritores, con librerías, medios de comunicación y público. Me han permitido llegar donde mi agenda no me permite; estoy prudentemente encantado.
¿Qué le aporta el contacto directo, en vivo, con los lectores en las presentaciones, firmas, etcétera?
No concebiría esto mío sin ese contacto directo. Lo vivo con pasión, me divierte mucho y me aporta más de lo que yo doy. Asisto a cuantas librerías y bibliotecas me convocan. Poder estar con lectores y lectoras es algo a lo que no podría renunciar.
¿Cómo describiría su evolución como escritor en los últimos años?
Constante, laboriosa y satisfactoria. Esto no es una carrera de fondo porque no es ninguna competición; es más bien un continuo caminar, incluso sin metas.
También recorre otros caminos: la moda, el arte, la poesía, la enología... No para.
En la actualidad expongo una instalación, Ausencia, hecha con cien metros de alambre, botellas y un poema incrustado, dentro de la bienal de poesía visual Expoesía. Además, sigo con mis estampaciones en telas y sacando el texto del folio a muebles y objetos cotidianos, en los que escribo. Saqué un vino hace unos meses, homónimo de mi novela Cuarenta Días de Mayo. También estoy grabando un corto a partir de un guión mío y pronto, muy pronto, haré una intervención urbana escribiendo un enorme texto en el escaparate de Inocente de Mí, una tienda de moda. Sigo moviendo el bookbag, una colección de bolsos que llevan inserto un poemario y espero en breve dar forma a otro proyecto textil. Al fin y al cabo, es seguir con las letras pero en diferentes formas.

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