viernes, 18 de marzo de 2011

LA BIBLIOTECA DE GABRIEL CELAYA

Artículo publicado en el periódico Diario Vasco el 18 de marzo de 2011. Redactor: Alberto Moyano.

Colocados en fila se extendería a lo largo de unos 140 metros de longitud. Los libros que Gabriel Celaya reunió a lo largo de toda su vida permanecen en una veintena de estanterías repletas de volúmenes que ocupan parte de una sala del Centro Koldo Mitxelena. La Diputación Foral de Gipuzkoa compró los más de 8.000 libros y sus archivos por doce millones de pesetas en 1985. Junto a estas veinte estanterías, de siete alturas, otras cuatro guardan las cajas con su archivo personal, que incluye desde inéditos de juventud, albumes fotográficos, registros sonoros, dibujos y buena parte de la correspondencia que mantuvo con la mayoría de la 'inteligentsia' de la época, un tiempo en el que, como apunta Jorge Oteiza en su primera misiva al poeta, públicamente no se puede escribir ni hacer nada.
El director del Koldo Mitxelena, Frantxis López de Landatxe asegura que la memoria material de Celaya está felizmente recogida aquí. En su opinión, deberíamos hablar de biblioteca-archivo porque incluye toda la colección de fotografías con todos los personajes de la época y en muchos eventos. También está la correspondencia con Oteiza, con Gloria Fuertes, Leopoldo de Luis o Blas de Otero.
Son ochenta años intensamente vividos y también leídos, a juzgar por los más de 8.000 libros que conforman el grueso de la biblioteca, una colección ecléctica y heterodoxa, en la que, sí, predomina la literatura en general y la poesía en particular, pero en la que no faltan títulos pertenecientes a otros géneros: de la novela negra al ensayo histórico, del best-seller a la biografía, de la literatura 'pulp' o de quiosco al ensayo literario.
Celaya comenzó a forjarse como lector en Francia, con motivo de una convalencia, en torno a los diez años de edad y ya nunca dejó de hacerlo. Repasar los títulos que componen esta magnífica colección se asemeja a un estudio topográfico que permite observar los diferentes estratos que conforman el suelo. Así, los sonetos de Shakespeare se mezclan con las obras de Lenin, los clásicos estadounidenses del siglo XX -Hemingway, Faulkner, Sherwood Anderson, John Dos Passos...- con Sade, Simenon o Ezra Pound. También hay ejemplares de autores muy populares en una época y hoy algo olvidados -como Somerset Maugham- e incluso varios títulos de la serie que Edgar Rice Burroughs dedicó a su personaje más famoso: Tarzán. Incluso se pueden encontrar títulos tan curiosos como una adaptación literaria de 'a guerra de las Galaxias que, al parecer escribió -o al menos firmó- el propio George Lucas. Agatha Christie también gozó del favor lector de Celaya y Amparitxu Gastón, al igual que lo hicieron Henry Miller, Vasco Pratolini, Carl Sagan, Gaston Leroux, Pierre Loti, Aldous Huxley y, sobre todo, James Joyce, de cuyo Ulysses hay ediciones en francés y castellano.
En la biblioteca hay mucha literatura, hay humanidades, hay historia, novela negra... lecturas de todo tipo. Es especialmente interesante ver la representación de los poetas que le influenciaron, como Vicente Aleixandre, Rilke... Y es que, como apunta López de Landatxe, la trayectoria poética de Gabriel está marcada por su puesta al servicio de la época que le tocó vivir. Son poetas que fueron surrealistas, luego van a ser existencialistas, después se convierten a la poesía social por esa urgencia de que la palabra ayude en una situación política difícil. Y en el caso de Celaya, yo creo que en los sesenta empieza a intuir la decadencia y entonces entra en una poesía más lírica, onírica y extraña, en donde la palabra casi está presa. En todo caso, su obra se sigue leyendo.
El acuerdo para la venta de la biblioteca se firmó en 1985 por doce millones de pesetas. Posteriormente, ya en los años noventa, se negocia con Amparo Gastón, fallecida en 2009, la cesión de todos los archivos, incluidos los que forman su propio legado. Hay una carpeta, en la que pone 'Para Amparitxu', en la que están las cosas que Gabriel le había ido regalando.
Lo que resulta indudable es que tanto la biblioteca como el archivo resultan el reflejo de una época que, básicamente, se corresponde con el siglo XX español. Por sus cajas desfilan no solamente las sombras de buena parte de la intelectualidad vasca y española, sino también el espíritu de un tiempo de silencio. Baste imaginar qué pudo suponer para la vida literaria la aparición de los cuadernos de poesía Norte en plena postguerra, con autores como Rilke o Blake, probablemente traducidos al castellano por Celaya a partir de las ediciones francesas de las obras. En palabras de Jorge Semprún, la editorial, situada en la calle Juan de Bilbao de la Parte Vieja donostiarra, era un nido de rojos» que, sobre todo Amparo, utiliza como plataforma de salida y entrada de documentos y gentes del Partido Comunista, rememora López de Landatxe.
El archivo incluye no sólo originales de algunas de las obras de Celaya -muy interesantes por cuanto permiten rastrear su forma de trabajar- sino también abundante correspondencia, inéditos de juventud y un cuaderno de dibujos, reflejo de su vocación temprana. Su primer deseo fue el de ser pintor y dibujante. Bajo la firma de Rafael, se conservan una serie de dibujos encuadernados en los que ya se ve su capacidad de representar sentimientos y luego, explicarlos. La influencia de las vanguardias fue impresionante. ¿Por qué dejó de dibujar? Creo que se reconoce como un mal pintor y un mal dibujante, cosa que no es verdad. Los estudiosos dicen ahora que tenía una capacidad de síntesis importante.
Este cuaderno, titulado Obras completas de Rafael Mújica 1928, aún no se puede consultar ya que una cláusula determina que sólo se abrirá al público y a los investigadores a los veinticinco años de la muerte de Celaya, que se cumplen dentro de un lustro. Supongo que el contenido será tan aséptico como los dibujos, que sí contaron con permiso para exponerse en Madrid.
La adquisición de la biblioteca se sitúa en el marco de la especial relación de amistad -quizás sea más apropiado hablar de complicidad- que se estableció entre Celaya y Xabier Lete. Los dos eran bastante introvertidos. Tenían una relación bastante especial. Xabier había leído mucho a Gabriel, le tenía un gran aprecio. Cuando estaban juntos, se ponían a hablar de mitos o de poemarios con gran conocimiento de causa. Xabier también tuvo, al igual que Celaya, una estrecha relación con Rilke, por ejemplo.
Estas vinculación se hace extensible a la que a partir de esos momentos Celaya mantuvo con la Diputación guipuzcoana y, en especial, con su diputado general, Imanol Murua. Cuando muere Gabriel -rememora López de Landatxe-, había que ver el cortejo que organizó Murua para traer sus cenizas de Madrid. Cuatro taxis con los amigos más íntimos. La Ertzaintza se puso a dirigir el cortejo una vez que entró en Euskadi desde Burgos. En el Ayuntamiento donostiarra -fue Tambor de Oro en 1989-se montó la capilla ardiente y luego se llevaron las cenizas a Hernani.
Sobre el legado material de Celaya, el director del KM asegura que felizmente no se ha desperdigado prácticamente nada. Alguna vez hemos encontrado en alguna subasta un manuscrito de su fondo, pero hemos descubierto que era la segunda copia de algo que escribió con un calco. Y cuando ha salido algo en subasta, lo hemos adquirido.

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