jueves, 12 de agosto de 2010

OPERACIÓN NOSTALGIA: LA VIEJA Y ENTRAÑABLE TÍA AGATHA

Seamos sinceros, ¿quién no ha leído nunca una novela de Agatha Christie? Por mucho que lo neguemos (como aquellos que sólo ven “culebrones” o “reality shows” en la tele porque se les han colado precisamente mientras hacían “zapping”) es difícil creer que un aficionado a la novela criminal, en el más amplio sentido del término, no haya leído un libro de la vieja y entrañable Tía Agatha.
Ya sé que en estos momentos no está de moda, que el subgénero al que se adscriben habitualmente sus obras, el de enigma o novelas-crucigrama, está aparentemente superado y desfasado. Incluso hay quienes las rechazan por ser de simple “entretenimiento” (como si eso fuese algo malo. ¿De verdad hay alguien a quien le gusta leer algo aburrido? Porque las cosas como son, si no te aburre tiene que ser porque te entretiene, ¿no?), pero dudo mucho que se puede entender en su integridad ese extenso y variopinto mundo de la novela criminal, policía, de misterio o negra sin conocer, en mayor o menor medida, la obra de Agatha Christie.
De hecho en muchas ocasiones lo primero que hemos leído dentro del género ha sido algunas de sus novelas, quizás porque hace muchos años era lo que había en las casas de casi todos, gracias a las ediciones populares de la Editorial Molino, sobre todo. En mi caso, mi primer contacto con la novela policíaca (si descarto las novelas juveniles de Enyd Blyton) fue leyendo una obra de Agatha Christie cuyo título me fascinaba, El espejo se rajó de parte a parte. Más tarde leí muchas más novelas y disfruté con las andanzas del antipático e inverosímil Hercules Poirot, de la entrañable y peligrosa (allá donde acudía, asesinaban indefectiblemente a alguien) Miss Marple y del resto de sus personajes.
Agatha Christie era una maestra de la trama, se mire por donde se mire, y aunque haya sido tachada de conservadora (al fin y al cabo no todo el mundo tiene que ser “progresista” por obligación), quizás no exista mayor crítica a ese mundo aristocrático y decadente de la Inglaterra que no se resignaba a la desaparición de su Imperio colonial que las novelas por ella escritas, ya que aunque miraba ese mundo con cariño, su honestidad al describirlo nos ha legado, seguramente muy a su pesar, una visión crítica mucho más acertada que la de otros autores más explícitamente críticos.
Incluso en ciertos aspectos llegó a ser innovadora. El asesinato de Roger Ackroyd, por ejemplo, aunque en su época fue tildada como “tramposa”, no deja de ser un punto de vista muy original para su tiempo. Y lo mismo podría decirse, hasta cierto punto, de Diez negritos.
Por eso, aunque admito que su estilo está superado, y que no se puede ni se debe escribir ya novelas a lo Agatha Christie (además de que siempre será mejor el original que la copia, aunque eso también vale para otros autores consagrados como Chandler o Hammett) de vez en cuando releo, con nostalgia, alguna de sus novelas. Y si tengo al lado un “pudding” de Navidad, pues mucho mejor.