lunes, 20 de julio de 2009

HE LEÍDO: PERO SIGO SIENDO EL REY, DE CARLOS SALEM



Hace ya muchos años, prácticamente en los albores de la transición a la democracia, una revista, Cambio16, fue “secuestrada” por orden de la autoridad gubernativa al haberse atrevido a publicar una caricatura del Rey Juan Carlos, tras una visita a los Estados Unidos, en la que parecía un émulo de Fred Astaire bailando en Nueva York. No quiero ni pensar lo que habrían podido hacer esas “autoridades gubernativas” si hubieran tenido la oportunidad de leer la divertida novela de Carlos Salem titulada Pero sigo siendo el rey. Afortunadamente para deleite de sus lectores, ya no es tan fácil “secuestrar” publicaciones (o quizás sí, recordemos el precedente de la revista de humor EL JUEVES) o, por lo menos, se lo piensan mejor antes de llegar a ese extremo.
Y es que en Pero sigo siendo el rey Su Majestad el Rey Juan Carlos I de España se convierte en un personaje de novela, un personaje incluso entrañable. Un hombre que va cumpliendo años y quiere recuperar el niño que fue antes de convertirse en lo que es hoy en día, como si eso fuera posible…, pero lógicamente, posible o no, realizable o no, ese deseo, que le lleva a “fugarse” de palacio, desatará las alarmas del Ministro del Interior así como las actividades conspiratorias de unos desconocidos personajes que consideran que es mucho mejor un rey muerto que un rey que ha hecho examen de conciencia. Ése es el momento en el que Txema Arregui, el desencantado policía que Salem nos presentó en Matar y guardar la ropa (Premio Novelpol 2009) se ve obligado a intervenir, no sólo para salvar el pellejo del rey sino el suyo propio, ya que al parecer está siendo traicionado.
Para conseguir ese objetivo, una vez que Arregui localice al rey, tendrán que huir de sus perseguidores, lo que les pondrá en contacto con una España surrealista, que parece sacada de una de las mejores películas españolas de los últimos años, Amanece que no es poco, antes de volver a un Madrid en el que don Juan Carlos I, feliz como un niño con zapatos nuevos por su participación en tan singular aventura, participará en una manifestación republicana en la que para camuflarse coreará con vehemencia un lema tan musical como el de “queremos un pisito como el del principito”.
Estamos por lo tanto ante una novela negra, pero en la que el humor, un humor que en ocasiones bordea el surrealismo, tiene una importante presencia. Y Salem sabe conjugar con mano firme ambas características por lo que el lector, cuando acaba el libro, lo cierra con pena, porque podría haber estado muchas más horas en compañía tanto del propio Carlos Salem como de Pero sigo siendo el rey.